Llegado el final de la intervención psicopedagógica,
he de admitir que la intervención en la educación formal que he desarrollado,
me ha resultado bastante más factible que la intervención el ámbito no formal, realizada en el primer
prácticum, quizás por el desconocimiento de este último ámbito, lo que ha hecho
que me mueva y desarrolle mi labor de una manera más segura y decidida, sin
tanta incertidumbre.
El hecho de que eligiera el desarrollo de un
programa educativo relacionado con las competencias
emocionales, como reivindicación de una de las funciones psicopedagógicas, ha
resultado muy satisfactorio. Fundamentalmente por el convencimiento de que
ahora, y más que nunca, con la que está
cayendo en el mundo educativo, resulta trascendental el desarrollo de éste y de
otro tipo de programas educativos que fomenten, de una manera sistematizada e
intencionada, el desarrollo de competencias que ayuden a nuestros alumnos a
manejar las emociones, pues como dice este proverbio árabe que se menciona en
uno de los programas educativos que he manejado: “Quien no comprende una mirada, tampoco comprenderá una larga
explicación”…
Pues bien, después de estas reflexiones he de
comentar que el desarrollo del programa me ha resultado muy positivo y gratificante,
sobre todo porque, frente a los resultados obtenidos por los alumnos, que no
han sido todo lo satisfactorios que podrían haber sido, si consideramos que el
tiempo de aplicación ha sido insuficiente, la intervención desarrollada ha
contribuido a la mejora de algunas dinámicas de clase, que no eran demasiado
motivadoras para la etapa en la que nos encontramos, la Educación Infantil. Y
si bien es cierto que “cada maestrillo,
tiene su librillo” no es menos cierto que en ocasiones, el hecho de
comentar a algún docente un cambio de metodología resulta cuanto menos
“comprometido”, puede ser que a través del desarrollo de éste y otro tipo de
programas y de forma “sutil” se
contribuye en gran medida al cambio de dinámicas de clase, como ha sucedido
en este caso, por lo que considero por muy satisfactorio la aplicación del
programa.
En definitiva, que aunque considero fundamental la labor orientadora en cuanto la aplicación de programas educativos en los centros, otra cosa es la realidad con la que convivimos diariamente. Ahora bien, es necesario que entre todos y poco a poco, vayamos modificando la mentalidad que existe, fundamentalmente, entre los docentes, de que los orientadores en los centros sólo tienen una función diagnótica de los alumnos, pues tan importante es la una como la otra.
En definitiva, que aunque considero fundamental la labor orientadora en cuanto la aplicación de programas educativos en los centros, otra cosa es la realidad con la que convivimos diariamente. Ahora bien, es necesario que entre todos y poco a poco, vayamos modificando la mentalidad que existe, fundamentalmente, entre los docentes, de que los orientadores en los centros sólo tienen una función diagnótica de los alumnos, pues tan importante es la una como la otra.